En efecto, el freno impuesto desde Venezuela a la acción del grupo de países nombrados en la cumbre de Cancún para acercar a Caracas y Bogotá y las detenciones de colombianos, o la decisión tomada en Ecuador de revivir las órdenes de captura contra el ex ministro de Defensa y generales del Ejército y la Policía, aumentan en Colombia la molestia y desconfianza frente a sus gobiernos, y, en contravía de sus expectativas, pueden terminar ayudando a los candidatos uribistas.
Por su parte, la respuesta del gobierno de Uribe con llamados a no asistir a eventos venezolanos y a no ir a Venezuela (como si esto fuera posible), así como sus alusiones a que la no continuidad se traduciría en una debilidad que les atribuye a Mockus y Fajardo, trata de favorecer a los candidatos afines a sus políticas. Cada uno de estos, a su vez, procura mostrarse como el más duro. Juan Manuel Santos, aunque dice que mejorará la relación con Venezuela, promete hacer de Colombia un verdadero aliado estratégico de Estados Unidos. Noemí Sanín ofrece una mayor vinculación en materia de seguridad con Estados Unidos y la Unión Europea y, aunque habla de comercio, centra la relación con la región en la lucha antiterrorista. Germán Vargas Lleras garantiza que impedirá que Venezuela sea retaguardia estratégica de la guerrilla. La nueva tensión les da argumentos a estos discursos.
Además, postergar al menos por seis meses más las negociaciones para superar la tensión y reconstruir las relaciones diplomáticas trae consecuencias graves para los tres países.
Caracas y Bogotá no tienen hoy cómo tramitar los asuntos bilaterales y fronterizos, que no desaparecen por la falta de entendimiento presidencial. Quito y Bogotá, aunque iniciaron la normalización, no han podido concretar la reunión que debe analizar los asuntos sensibles en materia de seguridad ni poner en marcha los planes conjuntos de desarrollo fronterizo, indispensables para revertir la situación. Entre tanto, en las fronteras compartidas los costos del desentendimiento siguen siendo cubiertos por las poblaciones fronterizas, que ven entrabada su integración y agravada su problemática, pues los grupos irregulares y la economía ilegal ocupan el lugar de la acción interestatal.
La dilación también tiene efectos internos. En Venezuela, la fatiga con la situación interna y el rechazo a la tensión con Colombia puede afectar al movimiento bolivariano en las decisivas elecciones del próximo 26 de septiembre, más aun cuando aumenta la preocupación de los migrantes colombianos por las detenciones de connacionales. En Ecuador ha crecido la molestia con el uso político de la tensión con Colombia dadas las diversas consecuencias negativas y la pérdida de oportunidades que dejan las malas relaciones.
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