jueves, 6 de mayo de 2010

Los vecinos en la campaña presidencial

Por: Socorro Ramirez
Publicado en eltiempo.com/opinión /columnistas
17/04/2010

La suspensión del gobierno venezolano de cualquier acercamiento con su par colombiano, así como las dificultades que surgen desde Ecuador a la normalización de las relaciones diplomáticas con Colombia, puede ser vista como el intento de aprovechar la campaña presidencial colombiana para sacar alguna ventaja. A su vez, la drástica respuesta del Gobierno colombiano y el discurso de los candidatos uribistas pueden ser leídos como un llamado a la continuidad como garantía de firmeza. Pero el nuevo forcejeo puede ser contrario a lo esperado por esos tres sectores.

En efecto, el freno impuesto desde Venezuela a la acción del grupo de países nombrados en la cumbre de Cancún para acercar a Caracas y Bogotá y las detenciones de colombianos, o la decisión tomada en Ecuador de revivir las órdenes de captura contra el ex ministro de Defensa y generales del Ejército y la Policía, aumentan en Colombia la molestia y desconfianza frente a sus gobiernos, y, en contravía de sus expectativas, pueden terminar ayudando a los candidatos uribistas.

Por su parte, la respuesta del gobierno de Uribe con llamados a no asistir a eventos venezolanos y a no ir a Venezuela (como si esto fuera posible), así como sus alusiones a que la no continuidad se traduciría en una debilidad que les atribuye a Mockus y Fajardo, trata de favorecer a los candidatos afines a sus políticas. Cada uno de estos, a su vez, procura mostrarse como el más duro. Juan Manuel Santos, aunque dice que mejorará la relación con Venezuela, promete hacer de Colombia un verdadero aliado estratégico de Estados Unidos. Noemí Sanín ofrece una mayor vinculación en materia de seguridad con Estados Unidos y la Unión Europea y, aunque habla de comercio, centra la relación con la región en la lucha antiterrorista. Germán Vargas Lleras garantiza que impedirá que Venezuela sea retaguardia estratégica de la guerrilla. La nueva tensión les da argumentos a estos discursos.
Además, postergar al menos por seis meses más las negociaciones para superar la tensión y reconstruir las relaciones diplomáticas trae consecuencias graves para los tres países.

Caracas y Bogotá no tienen hoy cómo tramitar los asuntos bilaterales y fronterizos, que no desaparecen por la falta de entendimiento presidencial. Quito y Bogotá, aunque iniciaron la normalización, no han podido concretar la reunión que debe analizar los asuntos sensibles en materia de seguridad ni poner en marcha los planes conjuntos de desarrollo fronterizo, indispensables para revertir la situación. Entre tanto, en las fronteras compartidas los costos del desentendimiento siguen siendo cubiertos por las poblaciones fronterizas, que ven entrabada su integración y agravada su problemática, pues los grupos irregulares y la economía ilegal ocupan el lugar de la acción interestatal.

La dilación también tiene efectos internos. En Venezuela, la fatiga con la situación interna y el rechazo a la tensión con Colombia puede afectar al movimiento bolivariano en las decisivas elecciones del próximo 26 de septiembre, más aun cuando aumenta la preocupación de los migrantes colombianos por las detenciones de connacionales. En Ecuador ha crecido la molestia con el uso político de la tensión con Colombia dadas las diversas consecuencias negativas y la pérdida de oportunidades que dejan las malas relaciones.

Aunque el presidente Uribe conserva gran capacidad de incidencia en la campaña, no copa ya la escena ni puede poner los términos del debate. La ola verde que encabezan Antanas Mockus y Sergio Fajardo abre la posibilidad de un cambio firme y consistente. Pero algunos gobiernos vecinos podrían convertirse, sin saberlo ni quererlo, en grandes electores de la continuidad. En cualquier hipótesis, con este o con cualquier gobierno, no hay camino distinto del diálogo para enfrentar conjuntamente los problemas comunes y administrar las divergencias de modo que estos países convivan en paz, con respeto a sus opciones, sin injerencias indebidas y aprovechando las oportunidades que ofrece la vecindad.

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